1 ago 2011

El trabajo de un historiador

"En su calidad de ciencia humana, la Historia (mejor: las disciplinas históricas en plural) tiene un campo de trabajo peculiar que no es, ni puede ser, el "Pasado". Y ello porque el pasado, por definición no existe, es tiempo finito, perfecto acabado y como tal incognoscible científicamente porque no tiene presencia física actual y material. De ahí deriva la imposibilidad radical de conocer el pasado tal y como realmente fue (en frase memorable de Leopold von Ranke) y la consecuente incapacidad para alcanzar una verdad absoluta sobre cualquier suceso pretérito. Sin embargo, el campo de la Historia está construido por aquellos restos y vestigios del pasado que perviven en nuestro presente en la forma de residuos materiales, huellas corpóreas y ceremonias visibles. En una palabra: Las reliquias del pasado.

Esos residuos que permiten la presencia viva del pasado son el material sobre el que trabaja el historiador, y con el que construye su relato histórico: una momia egipcia, una moneda romana, el periódico de 1848, el documento diplomático de 1914, son tan presente y actuales como nuestra propia corporeidad. Por tanto, sólo podrá hacerse historia y lograrse conocimiento histórico de aquellos hechos, personas, acciones, instituciones, procesos y estructuras de los que se conserven señales y vestigios en nuestra propia dimensión temporal. En palabras de la tradición historiográfica: quod non est in actis, non est in mundo.

El primer acto del historiador es descubrir, identificar y discriminar esas reliquias, que pasarán a ser las pruebas o fuentes documentales primarias sobre las que se levantará su relato, su construcción narrativa del pasado histórico. Precisamente, la realidad actual de las reliquias-pruebas es lo que permite concebir con sentido un pasado que existió una vez, que tuvo su lugar y su fecha: las reliquias generadas en el pasado impiden que la noactualidad de lo que tuvo un lugar y una fecha se identifique con su realidad e inexistencia absoluta, permitiendo así la diferenciación entre el pasado histórico y la mera ficción o el mito imaginario.

Ese acto de identificación es posible porque el investigador es capaz de percibir esos residuos materiales como fabricados por hombres pretéritos y resultado de operaciones humanas. Y ello porque existe homogeneidad entre historiador y agente pretérito: ambos realizan operaciones análogas y similares en la forma de pensar, planificar, actuar, construir, destruir, et. Tal homogeneidad es condición de posibilidad de conocimiento histórico, porque permite que el historiador utilice las reliquias como base de su relato mediante una metodología propia de las ciencias humanas, tratando de reactualizar las operaciones del agente (o agentes) cuyos restos estudia, atribuyéndoles una razón y propósito, dando cuenta de las circunstancias y acciones que pudieron haber conducido al surgimiento de ese residuo material, ofreciendo una interpretación del cómo y el porqué de los acontecimientos y procesos.

Así pues, un historiador no podrá investigar, analizar y explicar un suceso (el asesinato de Julio César), un proceso (la conquista y colonización de América) o una estructura (el sistema de partidos dela II República española), si desconoce lo que significan operativamente expresiones tales como "reunirse en secreto", "emigrar forzosamente del país" o "sufrir los efectos del voto útil"; conceptos que deberá extraer de la conciencia operatoria de su propio presente. Aquí reside el fundamento gnoseológico de la tesis de que toda historia es en realidad historia contemporánea.

[...]

En definitiva, y al contrario de lo que predicaba el empirismo positivista del siglo XIX, es evidente que la labor del historiador no es una mera descripción de los hechos del pasado (como si sólo fuera un notario). Su tarea consiste en la construcción de un pasado histórico en forma de relato narrativo y a partir de las reliquias, de las pruebas y fuentes documentales primarias legadas por el pasado, mediante un método inferencial e interpretativo en el cual es imposible delimitar el propio sujeto gnoseológico. Y de ello surge la imposibilidad del investigador de prescindir de su interpretación de su sistema de valores filosóficos e ideológicos, de su experiencia política y social, de su grado de formaicón cultural. Por esa irreductibilidad del componente subjetivo no conduce al puro escepticismo sobre el conocimiento del pasado ni abre la vía al "todo vale" y "todo puede ser" en la historia.

Porque si bien la labor interpretativa, la tarea de hermenéutica, es esencial e imposible de neutralizar, el relato histórico del investigador no puede ser arbitrario sino que debe estar justificado, apoyado y contrastado por las pruebas que existan al respecto. Por tanto, la "verdad" en Historia no se refiere al pasado en sí, que es incognoscible, sino a las reliquias que del mismo se preservan en el presente. Y la teoría interpretativa, el relato histórico, que más factible y verosímil parezca, de acuerdo con las pruebas disponibles, será el que se considere verdadero en tanto ninguna prueba o evidencia nueva venga a desmentirlo. En ese sentido, unos relatos serán más verdaderos que otros porque se fundamentan en un mayor número de pruebas verificables por otros investigadores y resultan coherentes con el conocimiento acumulado como resultado de otras investigaciones. las reliquias, el material primario y original, los "documentos", son pues la base sobre la que el historiador inicia su investigación y construye su relato sobre el pasado, además de ser el criterio al que acudirá para demostrar la necesidad de resultados e interpretación ofrecida en el mismo."

MORADIELOS, E. "El oficio de historiador". Madrid, 1996.

No hay comentarios:

Publicar un comentario