29 ago 2011

La "auletris" de Osuna

Esta escultura es una de mis favoritas del arte ibérico.

Se trata de un altorelieve en caliza encontrado en Osuna y que se puede ver en el MAN (Museo Arqueológico Nacional - Madrid). Sus medidas son 60x50x50 cm, así que se piensa que debía ser un sillar y que probablemente pertenecía a una esquina de un monumento funerario ibérico de la antigua ciudad de Urso (la dicha Osuna). Fue realizado a finales del siglo III y principios del II aC.



La figura representa a una auletris, es decir, una mujer que toca un aulós (flauta doble), instrumento utilizado en la antigüedad con un sonido similar al oboe o al clarinete actuales.



El cabello lo lleva recogido en una larga trenza que se enrosca en la parte posterior de la cabeza en un moño complejo. Como le falta el velo podemos suponer que no es una mujer adulta (que se cubrían la cabeza en actos de este tipo). Viste una túnica hasta los tobillos y calza sandalias sujetas por una tira en el empeine. Podemos ver varias joyas como un pendiente labrado en el lóbulo de la oreja, un torques (collar) en el cuello, un brazalete en el antebrazo y un ancho cinturón ajustado con placa y broche decorados. Debido a su indumentaria se cree que pertenecería a un rango social elevado en su comunidad.

La auletris fue encontrada junto a otras piezas escultóricas (debido a que se encontraron en el mismo lugar y tienen las mismas características se cree que todas ellas formarían parte de un monumento funerario). El conjunto de piezas representan un ritual funerario ibérico: Los músicos tocan sus instrumentos, mientras otros miembros realizan ofrendas y libaciones y un tercer grupo de personajes entablan una lucha de tipo gladiatorio-ritual, todo ello como parte del funeral, ante la tumba del difunto para honrar su memoria.

Nuevas fotos añadidas 22/6/2014:












23 ago 2011

Tabula Gladiatoria


La "Tabla Legal" conocida también como "Tabula Gladiatoria", es un bronce de 156x92x2,3 cm, que podemos ver en el Museo Arqueológico de Madrid.

En ella mediante incisión está redactado un texto que hace referencia a los juegos gladiatorios e iba dirigido a todas las provincias del Imperio. Está datado en el siglo II dC y fue encontrada en Itálica (Sevilla) el 20 de octubre de 1888.



El texto es parte de un discurso de un senador romano sobre los juegos de gladiadores realizados en todas las provincias del Imperio. Defiende el senador que el dinero recaudado en los juegos es invertido y no es utilizado para el beneficio personal del emperador y lucrarse. Además en el texto aparece una recomendación para bajar los precios de los espectáculos y establece unos precios máximos según la categoría de los luchadores. Se lamenta de los grandes beneficios que obtienen los entrenadores, propietarios, empresarios relacionados con los gladiadores (lanistae), y de los millones que deben al fisco.

11 ago 2011

La erupción del Vesubio

Vista del Vesubio desde uno de los Foros de Pompeya




Comienza la erupción del Vesubio el 24 de agosto del 79 dC entre las 11 y las 12 de la mañana, es una pequeña explosión de vapor, una lluvia de cenizas cae en el Este del volcán, apenas son apreciadas por las ciudades cercanas, Plinio no habla de ello.




Sobre las 12 del medio día una explosión lanza una columna de piedra pómez a una altura de 30 km que se extiende, es lo que Plinio llama "pino" y que actualmente da nombre a la "fase pinina". Los asentamientos bajo la nube se sumen en la oscuridad, cunde el pánico. La piedra pómez comienza a precipitarse (la llamada Lapilli) junto fragmentos de roca empujados por los vientos del sudeste. Cae sobre Pompeya, Oplontis y Estabía durante unas 20 horas a un ritmo de 15cm por hora. Los tejados de las ciudades se desploman bajo el peso del lapilli acumulado, caminar por las calles se hace muy difícil. Las ciudades del Este y Oeste del volcán no se ven afectadas, en Herculado el lapilli apenas llega a los 20cm, pero los ruidos atronadores, terremotos, resplandores si llegarían hasta allí. Muchos intentan escapar, llegar al puerto, se refugian en lo que sería los muelles.





A la mañana siguiente comienza la segunda fase, la fase peleana (llamada así por el monte Pélee -Martinica- donde pudo ser estudiada en 1902). La columna de gases calientes y de piedra pómez caen por su peso, provocan una serie de "nuées ardentes": bocanadas de gas caliente y de ceniza que se deslizan cayendo por el volcán a gran velocidad y devastando la región. En total hubo seis de estas "nuées ardentes", Herculado, Pompeya, Estabia y otros asentamientos cercanos quedan destruidos. La sexa fue tan poderosa que barrería la bahía de Napoles y alcanzaría Capri y Miseto, a 30 km del volcán, pero cuando llega a estas ciudades ha perdido fuerza y temperatura.



Herculano fue la primera ciudad destruida por esta "nuée ardente", llegaría a la ciudad en 5 o 6 min después de que la columna de la erupción comenzase a precipitarse, depositando 3 m de ceniza ardiente sobre ella. Una oleada después, aún más violenta deja 1,5m de ceniza. Las cuatro siguientes sepultan la ciudad a una profundidad de 23 m, la línea de costa queda a 400 m.

Restos de cuerpos en Herculano


Reconstrucción de cuerpo en Pompeya

A Pompeya, que estaba más alejada del Vesubio, no llegan las dos primeras "nuées ardentes". La tercera alcanza la Puerta de Herculano de la ciudad, pero parece que no entro en la ciudad, el calor dentro de la población sería tremendo pero no mortífero. Es la cuarta oleada la que inundaría el interior de la ciudad, alcanzando los 100-400ºC, posiblemente arrastraría gases tóxicos. Dos oleadas más terminarían de arrasar lo poco que quedase sobresaliendo de la piedra pómez. Las zonas septentrionales quedan cubiertas por una nueva capa de 1,8 m de cenizas, la zona sur unos 60cm. Probablemente en esta última zona algunas estructuras aun fuesen visibles.


Estratigrafía de Pompeya



Foto de la estratigrafía de Herculano

Se calcula que la mayor parte de la población conseguiría escapar de la ciudad durante la caída de piedra pómez de las primeras fases. El 38% de las víctimas murieron durante el desplome de edificios debido al peso de la piedra pómez, la mayoría de los casos se encuentran dentro de los edificios donde se habrían refugiado. El 62% moriría en la segunda fase, muchos han sido encontrados sobre los tejados, donde se habrían subido huyendo de la densa capa de piedra poméz que obstruía las calles. La mayor parte murió por asfixia, hay algún ejemplo de muerte por choque térmico y por otro tipo de heridas (como el caso de los amantes castos que murieron quebrados por la fuerza de la erupción), los cuerpos aparecen agrupados en calles donde se encuentra el 49% de los cuerpos e interior de edificios donde está el 51%. Existen evidencias de cuerpos en los alrededores, serían los que atrapó huyendo la erupción, es el caso de los 48 cuerpos encontrados en la Puerta Nola en el siglo XIX.

Nota: para saber más sobre la reconstrucción de cuerpos en Pompeya visitar un post anterior aquí.

1 ago 2011

El trabajo de un historiador

"En su calidad de ciencia humana, la Historia (mejor: las disciplinas históricas en plural) tiene un campo de trabajo peculiar que no es, ni puede ser, el "Pasado". Y ello porque el pasado, por definición no existe, es tiempo finito, perfecto acabado y como tal incognoscible científicamente porque no tiene presencia física actual y material. De ahí deriva la imposibilidad radical de conocer el pasado tal y como realmente fue (en frase memorable de Leopold von Ranke) y la consecuente incapacidad para alcanzar una verdad absoluta sobre cualquier suceso pretérito. Sin embargo, el campo de la Historia está construido por aquellos restos y vestigios del pasado que perviven en nuestro presente en la forma de residuos materiales, huellas corpóreas y ceremonias visibles. En una palabra: Las reliquias del pasado.

Esos residuos que permiten la presencia viva del pasado son el material sobre el que trabaja el historiador, y con el que construye su relato histórico: una momia egipcia, una moneda romana, el periódico de 1848, el documento diplomático de 1914, son tan presente y actuales como nuestra propia corporeidad. Por tanto, sólo podrá hacerse historia y lograrse conocimiento histórico de aquellos hechos, personas, acciones, instituciones, procesos y estructuras de los que se conserven señales y vestigios en nuestra propia dimensión temporal. En palabras de la tradición historiográfica: quod non est in actis, non est in mundo.

El primer acto del historiador es descubrir, identificar y discriminar esas reliquias, que pasarán a ser las pruebas o fuentes documentales primarias sobre las que se levantará su relato, su construcción narrativa del pasado histórico. Precisamente, la realidad actual de las reliquias-pruebas es lo que permite concebir con sentido un pasado que existió una vez, que tuvo su lugar y su fecha: las reliquias generadas en el pasado impiden que la noactualidad de lo que tuvo un lugar y una fecha se identifique con su realidad e inexistencia absoluta, permitiendo así la diferenciación entre el pasado histórico y la mera ficción o el mito imaginario.

Ese acto de identificación es posible porque el investigador es capaz de percibir esos residuos materiales como fabricados por hombres pretéritos y resultado de operaciones humanas. Y ello porque existe homogeneidad entre historiador y agente pretérito: ambos realizan operaciones análogas y similares en la forma de pensar, planificar, actuar, construir, destruir, et. Tal homogeneidad es condición de posibilidad de conocimiento histórico, porque permite que el historiador utilice las reliquias como base de su relato mediante una metodología propia de las ciencias humanas, tratando de reactualizar las operaciones del agente (o agentes) cuyos restos estudia, atribuyéndoles una razón y propósito, dando cuenta de las circunstancias y acciones que pudieron haber conducido al surgimiento de ese residuo material, ofreciendo una interpretación del cómo y el porqué de los acontecimientos y procesos.

Así pues, un historiador no podrá investigar, analizar y explicar un suceso (el asesinato de Julio César), un proceso (la conquista y colonización de América) o una estructura (el sistema de partidos dela II República española), si desconoce lo que significan operativamente expresiones tales como "reunirse en secreto", "emigrar forzosamente del país" o "sufrir los efectos del voto útil"; conceptos que deberá extraer de la conciencia operatoria de su propio presente. Aquí reside el fundamento gnoseológico de la tesis de que toda historia es en realidad historia contemporánea.

[...]

En definitiva, y al contrario de lo que predicaba el empirismo positivista del siglo XIX, es evidente que la labor del historiador no es una mera descripción de los hechos del pasado (como si sólo fuera un notario). Su tarea consiste en la construcción de un pasado histórico en forma de relato narrativo y a partir de las reliquias, de las pruebas y fuentes documentales primarias legadas por el pasado, mediante un método inferencial e interpretativo en el cual es imposible delimitar el propio sujeto gnoseológico. Y de ello surge la imposibilidad del investigador de prescindir de su interpretación de su sistema de valores filosóficos e ideológicos, de su experiencia política y social, de su grado de formaicón cultural. Por esa irreductibilidad del componente subjetivo no conduce al puro escepticismo sobre el conocimiento del pasado ni abre la vía al "todo vale" y "todo puede ser" en la historia.

Porque si bien la labor interpretativa, la tarea de hermenéutica, es esencial e imposible de neutralizar, el relato histórico del investigador no puede ser arbitrario sino que debe estar justificado, apoyado y contrastado por las pruebas que existan al respecto. Por tanto, la "verdad" en Historia no se refiere al pasado en sí, que es incognoscible, sino a las reliquias que del mismo se preservan en el presente. Y la teoría interpretativa, el relato histórico, que más factible y verosímil parezca, de acuerdo con las pruebas disponibles, será el que se considere verdadero en tanto ninguna prueba o evidencia nueva venga a desmentirlo. En ese sentido, unos relatos serán más verdaderos que otros porque se fundamentan en un mayor número de pruebas verificables por otros investigadores y resultan coherentes con el conocimiento acumulado como resultado de otras investigaciones. las reliquias, el material primario y original, los "documentos", son pues la base sobre la que el historiador inicia su investigación y construye su relato sobre el pasado, además de ser el criterio al que acudirá para demostrar la necesidad de resultados e interpretación ofrecida en el mismo."

MORADIELOS, E. "El oficio de historiador". Madrid, 1996.