La entrada que os traigo esta vez es una colaboración entre Arqueología en mi Jardín y Papiros perdidos.
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OBELISCOS: RAYOS DE SOL EGIPCIOS QUE TERMINARON ILUMINANDO ROMA
Parte I (parte II)
LOS OBELISCOS
EGIPCIOS
por Aroa Velasco
La palabra obelisco proviene del griego ὀβελίσκος y significa “pequeño espeto, aguja”, en relación a su forma. Este nombre fue dado por el historiador griego Heródoto, el primero en describir este monumento en su segundo libro de “Historia” durante el siglo V, aunque los egipcios ya tenían también un nombre para este monumento: txn.
Pero ¿qué es un obelisco?
Un obelisco es un monumento que tiene la forma de un pilar con los cuatro lados lisos, apoyado sobre una piedra prismática, y que se extiende hacia arriba donde toma la forma de una pirámide, al que los egipcios llamaron bnbn, y los griegos piramidión. Este piramidión podía estar recubierto de oro, bronce o electro, para reflejar la luz del sol, lo cual encaja con la simbología del obelisco en relación al sol. Eran, además, construidos en una sola piedra (monolito) y la mayoría de granito rojo debido, de nuevo, a su relación con el culto solar del que luego hablaremos.
Suelen medir entre 20-30 metros, salvo el obelisco inacabado de Asuán, que mide más de 40 metros, y que como su nombre indica, sigue esperando en el suelo. Nuestro obelisco es uno de los más altos conservados, con 32 metros.
Obelisco
inacabado de Asuán
En la actualidad se conocen más de 30 obeliscos egipcios terminados, y uno inacabado (el de Asuán que comentábamos antes), aunque realmente hay cientos repartidos por el mundo, más contemporáneos y a imitación de los egipcios.
¿Cuándo se originaron?
Tenemos constancia de obeliscos desde la V Dinastía asociados a contextos funerarios y templarios. Es en los templos solares de Abusir, de los faraones Userkaf y Niuserre, donde tenemos los primeros obeliscos realizados en caliza blanca y de proporciones más modestas, siendo achaparrados, con un tronco cúbico gigante coronado por una punta en forma de pirámide. Al mismo tiempo, comenzó la práctica de colocar una pareja de pequeños obeliscos en la entrada de las tumbas privadas.
Respecto a la historia de los obeliscos en los templos, como es el caso del nuestro, es más compleja. El más antiguo documentado se encontraba en el templo de Re de Heliópolis y lleva el nombre de Teti. El material utilizado y su emplazamiento enfatizan el significado solar, expresado posteriormente en las inscripciones de los obeliscos del Reino Nuevo (los mejor conservados). Por desgracia, no tenemos apenas documentación arqueológica de ellos, solamente referencias de su existencia, como la inscripción de Sabni, del reinado de Pepi II, en donde se mencionan dos barcos utilizados para el transporte de obeliscos, lo cual implica que ya a finales del periodo los obeliscos eran extraídos de Asuán.
Durante el Primer Periodo Intermedio no se realizan estos monumentos, y no será hasta Senuseret I cuando se retome, cuyo obelisco es el único superviviente de las ruinas de Heliópolis, con más de 20 m de altura y cortado en un trozo monolítico de granito rojo de Asuán. Aunque la época de mayor esplendor será durante el Reino Nuevo, con la serie de obeliscos de Tutmosis I, con una pareja de obeliscos en Karnak (tercer y cuarto pilonos, solo queda uno conservado). La XIX Dinastía no se quedó atrás en la construcción de este monumento. Y ya en los últimos periodos faraónicos la construcción de obeliscos se hace muy esporádica.
Obelisco de Senuseret I en Heliópolis
¿Qué simbolizaban?
¿Para qué se levantaban estos monumentos? Los obeliscos, junto con las pirámides, son los dos elementos esenciales del culto solar. Si nos fijamos en la forma, el obelisco desarrolla una idea implícita en la pirámide: conseguir la mayor altura con la menor base.
Como antes hemos comentado, la parte de arriba del obelisco era llamado por los egipcios bnbn, que era la primera piedra creada por el dios sol en el principio del tiempo. Se la relaciona con la cosmogonía heliopolitana, como la colina primigenia que surgió del Nun y desde la cual el dios Atum se creó a sí mismo y a la divina pareja. Esto tiene su reflejo real cuando tras la crecida del Nilo las aguas se retiran y surgen los montículos de arena llenos de vida.
Tenemos, por tanto, dos conceptos religiosos representados en el obelisco: el culto solar y la colina primigenia.
OBELISCO DE TUTMOSIS III EN EGIPTO
El obelisco que vamos a estudiar, de más de 32 metros de altura, se encuentra actualmente en la Plaza de San Juan de Letrán. Pero ¿dónde estaba emplazado antes de viajar a Roma?
Seguir el rastro de los obeliscos que fueron sacados de Egipto no es fácil, y para el caso del obelisco de Tutmosis III es más complicado todavía, pues tenemos poca documentación al respecto y suele ser contradictoria, sobre todo si queremos encontrar su ubicación original. Para el presente estudio hemos seguido las antiguas investigaciones de Breasted (1901) y de Barguet (1950).
Según estas investigaciones, el obelisco de Tutmosis III fue extraído de Asuán por este faraón, y estaba destinado a ser erigido en el patio del templo de Karnak con motivo de su Jubileo Real. De hecho, Tutmosis III erigió al menos 7 obeliscos, 5 de los cuales estaban en Tebas y 2 en Heliópolis. De los 5 obeliscos de Tebas ninguno está en Egipto, solo conservamos 2 en Europa, el nuestro (llamado Lateranense) y el de Constantinopla.
Sin embargo, nunca fue erigido entonces ni después de la muerte de Tutmosis III, en 1450-1425 a. C. aproximadamente, y el obelisco fue trasladado de Asuán a Tebas, donde permaneció en el suelo durante 35 años.
Dedicatoria de Tutmosis III donde se especifica su emplazamiento: “En el patio del templo de Karnak”
Tras esto, Tutmosis IV inscribió y erigió el obelisco en el templo de Karnak en honor a su abuelo, Tutmosis III. Según Breasted, quien sigue las inscripciones del obelisco, éste debería encontrarse entre el 8º y el 9º pilono en el lado sur del templo, en lo que se conoce hoy como el templo de Ramsés II de Karnak.
Plano de la situación del obelisco según Barguet (1950)
En esta ubicación nuestro obelisco estaba solo, sin formar pareja con ningún otro, como suele ser lo habitual, y por ello a veces se llama el obelisco “único” de Karnak. Las propias inscripciones del obelisco nos hablan de que siempre estuvo solo, como podemos leer en la inscripción dedicatoria (lado sur, media columna”: “erigido para el (Amón) un solo obelisco…”
Base del obelisco según Barguet (1950)
Un siglo después de su erección, Ramsés II añadió una inscripción en el obelisco, seguramente a la vez que estaba construyendo su templo (y usurpando las seis estatuas de Osiris) con algunas escenas decorativas de las que tan sólo han sobrevivido las del lado frontal. Tras esta breve intervención, el obelisco pasará bastante tiempo tranquilo. Cuando llegó Augusto, consideró llevárselo a Roma, pero lo reconsideró debido al tamaño del mismo y que temía la ira de los dioses.
Obelisco laterano, según Sánchez (2007)
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BIBLIOGRAFÍA:
DIBNER, B. (1991) “Moving the obelisks; a chapter in Engineering history in Which the Vatican Obelisk in Rome in 1586 was moved by Muscle Power, and a Study of More Recent Similar Moves”, Norwalk Connecticut: Burndy Library.
COULSTON, J. y DOGE, H. ed. (2000) “Ancient Rome: The Archaeology of the Eternal City”, Oxford University School of Archaeology, Monograph 54.
FUTRELL, A. (2006) “The roman games. A Sourcebook”, Blackwell Publishing.
MANGADO, M. L., (19939 “Los obeliscos egipcios en Roma”, en Revista de Arqueología 141, pp: 18-29.
BARGUET, P., (1950) “L'Obélisque de Saint-Jean-de-Latran dans le temple de Ramsès II à Karnak”, ASAE 50, pp: 269-280.
BREASTED, J. H., (1901): “The obelisks of Thutmose III”, Zeitschrift für Ägyptische Sprache und Altertumskunde 39, pp: 56-57.
JULIUS, E., (2014) Obelisks in Late Antiquity: Roman or EgyptianThe symbolic and functional meaning of Egyptian obelisks in the Roman world in the 3rd and 4th centuries AD, Master Thesis, Leiden University.
SÁNCHEZ, J. R. A., (2007) “«Oboliscum in circo positum est »: Monumentos tebanos en Roma y Constantinopla (s. IV). Memoria, expolio y religion” en Archivo Español de Arqueología vol. 80, pp: 285-308.
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