La Tábula Claudiana u Oratio Claudii está realizada en bronce y porta una inscripción en latín. Está fechada en el 48 d.C. y fue encontrada en Lugdunum (el Lyon romano) en 1528. Actualmente puede verse en el Museo Galo-Romano de Lyon.
El texto que aparece en ella es parte del discurso que el emperador Claudio dio a la asamblea del senado romano para conseguir la ciudadanía de la población de la Galia Comata.
El emperador Claudio había nacido en Lyon, hacia el año 10 a.C., y en su discurso defendía la integración de los extranjeros dentro del Imperio Romano, es decir, de los propios galos, que eran considerados extranjeros.
Nos cuenta Tácito al respecto:
A estos comentarios Claudio respondería lo siguiente (y a estas palabras es a las que hace referencia la Tábula):
"En el consulado de Aulo Vitelio y Lucio Vipstano cuando trató de completar el senado, los nobles de la Galia llamada Comata, que ya tiempo atrás habían conseguido la condición de federados y la ciudadanía romana, pidieron el derecho de alcanzar cargos en la Ciudad, lo que provocó muchos y variados comentarios. Ante el príncipe se enfrentaban los intereses contrapuestos: se afirmaba que Italia no estaba tan decaída que no fuera capaz de proporcionar un senado a su capital; que antaño lso indígenas les habían bastado a los pueblos consanguíneos, y que no había que avergonzarse de la antigua república. Se recordaba todavía los ejemplos de virtud y de gloria que la casta romana había dado según las viejas costumbres [...]. Decían que todo lo iban a llenar aquellos ricachones cuyos abuelos y bisabuelos, jefes de pueblos enemigos, habían destrozado a nuestros ejércitos por la violencia de las armas y habían asediado en Alesia al divino Julio."
A estos comentarios Claudio respondería lo siguiente (y a estas palabras es a las que hace referencia la Tábula):
"Mis mayores, de los que Clauso —el más antiguo— , siendo de origen sabino, fue admitido a un tiempo en la ciudadanía romana y entre las familias patricias, me exhortan a proceder con parejos criterios en el gobierno del estado, trayendo aquí a lo que de sobresaliente haya habido en cualquier lugar. En efecto, tampoco ignoro que a los Julios se los hizo venir de Alba, a los Coruncanios de Camerio, a los Porcios de Túsculo ni, por no entrar en detalles de la antigüedad, que se hizo entrar en el senado a gentes de Etruria, de Lucania y de toda Italia; que al ñn se extendió ésta hasta los Alpes, para que no sólo algunos individualmente, sino también tierras y pueblos se unieran a nuestro nombre. Tuvimos entonces sólida paz interior; también gozamos de prosperidad en el extranjero cuando fueron recibidas en nuestra ciudadanía las gentes de más allá del Po, cuando, con el pretexto de nuestras legiones repartidas por el orbe de la tierra, incorporando a los provinciales más valerosos, se socorrió a nuestro fatigado imperio. ¿Acaso nos pesa que los Balbos desde Hispania y varones no menos insignes desde la Galia Narbonense hayan pasado a nosotros? Aun quedan descendientes suyos, y no nos ceden en amor a esta patria. ¿Cuál otra fue la causa de la perdición de lacedemonios y atenienses, a pesar de que estaban en la plenitud de su poder guerrero, si no el que a los vencidos los apartaban como a extranjeros? En cambio, nuestro fundador Rómulo fue tan sabio que a muchos pueblos en un mismo día los tuvo como enemigos y luego como conciudadanos. Sobre nosotros han reinado hombres venidos de fuera; el que se encomienden magistraturas a hijos de libertos no es, como piensan muchos sin razón, algo nuevo, sino que fue práctica de nuestro viejo pueblo. Se objetará que hemos guerreado con los senones: ¡como si los volscos y los ecuos nunca hubieran desplegado sus ejércitos contra nosotros! Fuimos cautivos de los galos, pero también hubimos de entregar rehenes a los etruscos y de tolerar el yugo de los samnitas. Y con todo, si se pasa revista a todas las guerras, ninguna se terminó en tiempo más breve que la que hicimos contra los galos, y desde entonces hemos tenido una paz continua y segura. Unidos ya a nuestras costumbres, artes y parentescos, que nos traigan su oro y riquezas en lugar de disfrutarlas separados. Todas las cosas, senadores, que ahora se consideran muy antiguas fueron nuevas: los magistrados plebeyos tras los patricios, los latinos tras los plebeyos, los de los restantes pueblos de Italia tras los latinos. También esto se hará viejo, y lo que hoy apoyamos en precedentes entre los precedentes estará algún día».
Tener el estatus de ciudadano romano era convertirte en un privilegiado por el estatus social, acceso a la propiedad y posibilidad de acceder al gobierno que te ofrecía, incluso pudiendo llegar a ser senador, además de tener ciertas prerrogativas frente a las leyes.
Básicamente y muy resumidos, los derechos de un ciudadano eran:
- Acceso a las asambleas y derecho a votar en sus decisiones.
- Poder presentarse a las elecciones y salir elegido.
- Poder presentarse a las elecciones y salir elegido.
- Poder dedicarse al comercio sin ninguna restricción.
- Tener propiedades y realizar contratos.
- Tener propiedades y realizar contratos.
- Poder dejar un testamento.
- Poder casarse con otro ciudadano romano y que los hijos fuesen también ciudadanos.
- Poder casarse con otro ciudadano romano y que los hijos fuesen también ciudadanos.
El texto fue encontrado en el santuario federal de las Tres Galias, esto sugiere que Claudio ganó la causa con el discurso convenciendo al Senado romano.
Como la transcripción en latín es larga y está colgada en internet dejo aquí un enlace para poder acceder a ella.
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