Si has estado en Roma en verano seguro que te resulta difícil imaginarla sin el calor sofocante. Las cientos de fuentes que hay por toda la ciudad ayudan a mejorar la situación, pero ¿nunca se has preguntado cómo sería un día de esos tan calurosos, en un espectáculo en el anfiteatro?
http://urblog.org/index.php/Mundos/2008/07/25/fuentes_de_beber
El velarium (del que hablaré en otra entrada otro día) ayudaba a que los rayos de sol no llegasen al público, pero ¿y el calor? ¿y los olores que se generan por ese calor?
Pues para evitar ese malestar entre los espectadores, los romanos utilizaron un sistema que debió de ser muy parecido a nuestros nebulizadores en las terrazas de verano. Un sistema de aspersión (los romanos lo denominan sparsiones) de agua perfumada que llovía sobre los sofocados espectadores.
https://blog-ferreteria.losgatosdeiscar.com/que-es-un-nebulizador/
Sabemos que el agua pulverizada olía a azafrán, lo que ayudaba a disminuir los fuertes olores de la enorme multitud, de los animales y de la sangre. Lucrecio nos cuenta el azafrán utilizado era de Cilicia (La Naturaleza II, 416) y sabemos por Ovidio (Arte de amar I, 104) que el agua se tornaba color rojo (aunque mejor sería decir color azafrán, claro).
https://www.bodegasmezquita.com/azafran-propiedades-beneficios/
Por Séneca conocemos la base teórica del sistema: «¿Y cómo podría el agua estar en tensión sin la existencia de aire? ¿Dudas acaso de que el surtidor que, surgiendo de los basamentos que hay en medio de la arena, alcanza la parte más alta del anfiteatro, funcione gracias a la tensión del agua? Lo cierto es que .ni el esfuerzo manual, ni ninguna otra maquinaria puede enviar el agua y empujarla, como no sea el aire; se adapta a ésta y al mezclársele y presionarle, el agua se levanta, hace serios intentos en contra de su propia naturaleza y asciende, ella nacida para correr hacia abajo.» (Cuestiones Naturales II, 9.2) y «¿En la actualidad, pues, juzgas acaso más sabio al que inventó el modo de hacer saltar a inmensa altura, por ocultas cafíerías, el perfume del azafrán; que inunda los canales con súbita acometida de las aguas [...]?» (Epístolas 90, 15).
Por lo tanto el agua se forzaba a salir a presión por tuberías perforadas que rodeaban todo el perímetro exterior de la arena. Las gotitas se elevaban a gran altura para terminar cayendo entre el público.
http://jeanclaudegolvin.com/es/project/italia/italie-roma-scene-sparsiones-jc-golvin-2/
Además, por Lucano sabemos que había otros sistemas de refrigeración como el que consistía en convertir las estatuas de la parte superior de la cávea en pequeños manantiales de agua, también azafranada (Farsalia IX, 808-810). Hace un símil muy desagradable entre una enfermedad («plaga de Libia») en la que el enfermo supuraba sangre por todos sus orificios con este sistema de humidificar y enfriar el ambiente: «tal como suele derramarse de todas las partes de la estatua a la vez la rociada de azafrán coricio, así despidieron a un tiempo todos sus miembros, a modo de sangre, un rojo veneno.»
Si queréis imaginar cómo debía oler aquel agua azafranada hay algunos perfumes comercializados en este momento que la incluyen entre sus ingredientes, aunque no es el único así que no será el genuino olor: L'Occitane, Escada, Korres. Habrá que hacer un poco de arqueología experimental, aunque al precio que está el azafrán...
¡Ánimo a los que seguís trabajando! y ya sabéis, si pasáis calor conseguíos un pulverizador de agua (aunque sea manual) y nada de azafrán o quedará todo colorado, como nos cuentan los sabios autores romanos 😉.
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