13 nov 2022

Vandalismo climático, enemigo y aliado del Arte.


Los amantes de los museos y del patrimonio histórico leíamos horrorizados en la prensa, hace unas semanas, sobre un visitante que derribó dos esculturas romanas en el Museo Chiaramonti al denegársele una audiencia papal.  Ha sido a partir de ese acto que han saltado a la prensa distintos actos vandálicos contra obras de arte de manos de activistas de ideología ecologista.  No hay semana que no nos sobresaltemos con una nueva noticia sobre alguien que se ha pegado a un marco de un cuadro, que ha rociado con alguna sustancia una obra de arte o que (ahora) bañan con un líquido la vitrina de un museo como es el Museo Egipcio.




El término vandalismo se origina a partir de las hordas vándalas que provenientes de territorios germanos invadieron Roma en el 455 y destruyeron numerosas obras de arte en la ciudad eterna. Vandalismo y arte son, por lo tanto, dos conceptos íntimamente relacionados históricamente. El primero en utilizar el concepto fue el obispo de Blois, Henri Grégoire, en 1794 para describir la destrucción de obras de arte durante la Revolución francesa.





Lo que está ocurriendo desde hace unas semanas no han sido sucesos de excepción. En la historia actual de los museos ha habido muchos actos más, a cuál más incauto, todos ellos han destrozado total o parcialmente obras de arte, es decir, -y me parece muy importante incidir en ello- patrimonio que nos pertenece a todos.

Haciendo solo un poco de memoria podemos recordar lo que ocurrió en la isla de los museos de Berlín, en 2020, cuando se dañaron 70 obras el Día de la Unidad Alemana. Pero es que hace tan solo unos meses otro acto atentaba contra la Gioconda en el Louvre. Actos de locura que no tienen explicación, aunque psicólogos, psiquiatras, analistas diversos, historiadores del arte o museólogos intentan encontrar respuestas y soluciones para poder llevar a cabo una buena prevención.



Cierto número de piezas emblemáticas han sufrido destrucciones (o intentos) a lo largo de la historia actual de los museos. En arte antiguo tenemos el caso del Vaso Portland que, en 1845, un joven estudiante, William Lloyd, que sufría una paranoia aguda debido a una semana de borrachera, cogió una piedra de la misma sala y rompió la vitrina y el jarrón, quedando hecho añicos. A William lo detuvieron y fue llevado a juicio. La pieza fue restaurada y hoy puede disfrutarse en el British Museum de Londres; o el aún más famoso caso del Vaso François que, en 1900, fue roto en 638 pedazos por un vigilante, al lanzar un taburete de madera contra la vitrina donde estaba expuesto. Hoy, tanto vaso como taburete, se pueden ver en la misma sala del Museo Arqueológico de Florencia.



Los daños que la obra de arte puede sufrir son muy variados, desde un pequeño rasguño, un chicle pegado, una marca de lápiz, barra de labios, o cualquier otra idea creativa, y que no saltan a la prensa; hasta otros actos mucho más importantes y realizados con premeditación, puesto que la herramienta de destrucción (un cuchillo, pintura, ácido o martillo) tuvo que ser introducida en el museo con una cierta planificación. Por suerte, gracias a la labor de los técnicos y especialistas, las obras de arte son restauradas, aunque fueron operaciones costosas, tanto en dinero como en tiempo.

Ningún museo se libra al vandalismo en sus obras: el Hermitage, la National Galery, el Stedelijk o incluso la basílica de San Pedro del Vaticano, entre muchos, ha sufrido esta clase de agresiones, que recuerdo no son actos contra instituciones, sino contra el patrimonio que es de todos. La Mona Lisa de Leonardo da Vinci, la Ronda Nocturna de Rembrandt y la sirenita que podemos ver en el puerto de Copenhague, son las obras que más atentados han sufrido.



Otro ejemplo, en 1974, Thomas Shafrazi grafiteó en El Guernica de Picasso mientras estaba expuesto en Nueva York, las palabras “matar mentiras todas” con pintura en aerosol rojo. El temerario vándalo fue detenido mientras gritaba “soy un artista”, una situación que podríamos calificar como de muy neroniana. Esta vez hubo suerte, la pintura utilizada era prácticamente inocua y los técnicos del museo actuaron con gran celeridad para minimizar daños.



En el pasado, algunos actos vandálicos fueron realizados con objetivos políticos o simplemente por salir en la prensa, muchos de ellos han sido ejecutados por personas diagnosticadas con un trastorno mental, por lo tanto, no eran conscientes de lo que estaban haciendo, pero lo que está ocurriendo en las últimas semanas es algo muy diferente. Lo llaman “vandalismo climático” y es que una ola de acciones contra obras de arte en museos emblemáticos está asolando los museos: Picasso, Van Gogh, Monet... Se ha pasado, como del día a la noche, de la protesta en las calles al vandalismo activista contra el patrimonio. Acciones que para nada están justificadas, pero que provocan lo que buscan: llamar la atención, salir en la prensa, tener repercusión en las redes sociales y estar en boca de todos. Que pongamos el grito en el cielo, nos hagamos los ofendidos y que publiquemos una y otra vez la noticia es el objetivo.




Pero de lo que no somos conscientes es de que las actividades de estos activistas están generando un apasionamiento de la sociedad por las obras de arte, cosa que antes no ocurría y la gente se está revolviendo a favor del patrimonio. Mientras los activistas están perdiendo en la competición por generar una opinión pública que rechace aquellas acciones que atentan contra el cambio climático y la ecología en general, está ganando puntos, a gran velocidad, la cultura, de la que mucha gente nunca se había preocupado y que ahora se posiciona en su defensa.



Por supuesto, no excuso bajo ningún concepto estas actividades delictivas y bárbaras. Y aunque las obras de arte no sufren ningún desperfecto por estos actos, son horribles y deben terminar lo antes posible, antes de que alguna obra sufra un daño irreversible. Pero, si somos pragmáticos y analizamos la repercusión que tiene en la calle, nos daremos cuenta de que es muy probable que los museos y que los objetos históricos salgan muy bien parados de estos episodios.  


Ya sabemos que es complicado que el ser humano se revuelva en su cómoda silla, pero esta vez, parece que la sociedad (o al menos gran parte de ella) comienza a tomar conciencia de lo que es el Arte y los Museos, aunque sea de esta manera.  Hoy (aunque sabemos que tan pronto como pase esta ola de atentados, la gente olvidará), las obras de arte y los museos están en la boca de todos y son noticia, más que las reivindicaciones ecologistas

Puede que nunca el arte haya estado en boca de todos como lo está siendo estos meses y que tenga tantos defensores, ¿estaremos consiguiendo que por fin la gente valore el Arte y, por ende, el patrimonio?

No hay comentarios:

Publicar un comentario