Los historiadores a la hora de
enfrentarnos a las fuentes utilizamos una metodología científica. Esta consiste
en leer las fuentes, teniendo en cuenta siempre varios factores básicos:
a) las fuentes clásicas no son
documentos en posesión de una verdad única. No son libros de texto. Es un
documento subjetivo escrito por un autor en un momento determinado y está
supeditado a su experiencia personal y a la información que tenía en el momento
en el que escribía. Así que, por
ejemplo, un autor del siglo I d. C. no puede utilizarse para documentar lo que
ocurrió en el siglo II d. C.
b) es importante contextualizar
al autor: en qué fechas vivió, cuál era el momento histórico en el que
escribió, en qué lugares vivió. Así no podemos utilizar de forma indiscriminada
a todos los autores y mezclarlos dentro de un discurso. Un autor del siglo I a.
C. no tendría las mismas vivencias que uno del siglo II d. C., ocurriría lo
mismo con uno que viviera en el norte de África, en Grecia o en Roma
c) también el tipo de obra: no
podemos dar el mismo valor a un historiador, un poeta o un escritor satírico
d) el texto: dependerá del
objetivo que tuviera cuando fue escrito y estaría determinado en gran parte por
las otras premisas ya comentadas. No es lo mismo una obra de teatro escrita
para divertir, un texto para educar o uno para criticar al poder político.
Teniendo en cuenta estas
cuestiones, los historiadores podemos enfrentarnos a las fuentes e
interpretarlas.
Vamos a realizar un ejercicio
práctico con los datos que tenemos sobre la alimentación de los gladiadores.
¿Qué nos cuentan las fuentes arqueológicas?
Sabemos por las excavaciones del cementerio de gladiadores de Éfeso (de los siglos II y III d. C.) llevadas a cabo por los científicos Fabian Kanz de la Universidad Médica de Viena (Austria) y Sandra Lösch de la Universidad de Berna (Suiza) que
- Se excavaron y estudiaron 22
restos humanos.
- 20 de ellos se habían
alimentado básicamente con “trigo, cebada y legumbres y que había muy pocos
indicios del consumo de carne y lácteos”, muy pocos quiere decir que no tenían por
qué haberse consumido durante la estancia en el ludus, sino en otros
momentos de su vida, su vida anterior a la gladiatura.
- 2 de ellos “mostraron una
ingesta elevada de proteína animal y un bajo consumo de cereales. Esta
diferencia podría significar que esos dos gladiadores provenían de otras
regiones del Imperio romano y vivían en otras condiciones antes de empezar a
participar en estos espectáculos mortales”, por lo tanto, podría pensarse que
eran nuevos en el ludus, unos recién llegados en el momento de su
muerte.
- Que tomaban una bebida en
infusión con cenizas como reconstituyente: “Los huesos de los gladiadores
presentan niveles más altos de estroncio que el resto de los habitantes de la
ciudad. Para los autores de esta investigación, esta característica podría
deberse a un cóctel de cenizas de plantas que los luchadores tomaban después de
los combates.”
Está claro el análisis: 20 frente
a 2, lo normalizado era el caso de los 20.
Los otros dos son una excepción. Estos
dos no sirven para extrapolar el dato al resto de los ludi del imperio.
¿Qué nos cuentan las fuentes
textuales?
Es siempre interesante contrastar las pruebas arqueológicas con las textuales. Puesto que Éfeso es el único cementerio con restos de gladiadores estudiados, podemos pensar que en otras partes del imperio podría ocurrir algo diferente.
El primer problema con el que nos encontramos es con la falta de fuentes que hacen referencia a la alimentación. Aunque pueda parecer extraño, el de los gladiadores era un tema muy extraño en las fuentes, así que su alimentación más aún. Por lo tanto, es importantísimo conocer el contexto histórico de cada momento para rellenar los huecos que los textos pueden tener.
Que comían grandes cantidades de cebada lo sabemos por Plinio (Historia Natural XVIII, 14, 1) que afirma que los gladiadores eran conocidos como hordearii:
“La cebada es un alimento
antiguo, como lo demuestra la costumbre de los atenienses por Menandro
informado, y el apodo que le dimos hordearii los gladiadores,”.
Por Tácito (Historias II, 88) sabemos que comían en grandes cantidades, aunque no sabemos qué, pero por contexto podeos pensar que era ese grano o las legumbres, podemos afirmar que comían mucho más que muchos romanos: “Vitelio estaba repartiendo a cada soldado platos preparados, como si estuviera cebando a los gladiadores.”
Y por Plinio (Historia Natural XVIII XXXVI 69, 1) que bebían una infusión de cenizas, que era reconstituyente. Este autor nos cuenta que la tomaban después de un combate: “El fuego en socorro en las convulsiones o contusiones de las vísceras, Según Varrón y cito textualmente: "conservar en bote medicinal, (dice), la ceniza de la chimenea. Esta ceniza se toma internamente para curar los cuerpos lisiados, se observa entre los gladiadores, cuando finalizado el combate, se ayudan con esta bebida.”
“En la gran cantidad de carne y sangre
que amasan su mente está perdida, en semejante lodazal inmenso. Sin recibí estímulo alguno para
desarrollarla, permanece tan estúpida como la de los brutos; se fatigan así mismo
hasta el límite y luego se atiborran hasta el exceso, prolongándose a menudo
sus cenas hasta la medianoche. Su sueño también lo guían por reglas análogas a
las que rigen su ejercicio y su dieta [el exceso]. A la hora en la que la gente
que vive de acuerdo con las leyes de la naturaleza deja el trabajo para
almorzar, ellos se levantan. Mientras siguen en activo sus cuerpos se mantienen
en este peligroso estado [de hipertrofia]. Cuando se retiran caen todos en un
estado aún más peligroso. Muchos mueren poco después, otros viven algo más,
pero nunca alcanzando edad anciana. Estando sus cuerpos debilitados por los
golpes que han recibido, están predispuestos para la enfermedad a la menor
oportunidad. Sus ojos suelen estar hundidos, siendo fácilmente el lugar de
aparición de una fluxión. Sus dientes, tan dañados, se les caen. Con músculos y
tendones frecuentemente rotos, sus articulaciones son incapaces de resistir el
esfuerzo y se dislocan fácilmente. Desde el punto de vista de la salud ninguna
condición es más desgraciada… muchos, que eran perfectamente proporcionados,
caen en manos de entrenadores que los desarrollan más allá de toda mesura,
sobrecargándolos con carne y sangre, y convirtiéndolos en lo opuesto [de la
proporción]. Estos hombres adquieren un rostro desfigurado, repugnante de
mirar. Miembros rotos o dislocados, y tuertos, esta es la clase de belleza
resultante. Estos son los frutos que recogen. Tras retirarse, pierden
[capacidad de] sensación, sus miembros se dislocan y, como he dicho, se vuelven
completamente deformes.”
Muchas veces olvidamos, respecto
a la obra de este médico y de otras tantas de otros autores, que la
distribución de sus textos por el Imperio no era algo que pudiese haber ocurrido
y que, además, estos llegasen a los ludi sería muy improbable. Además, los
médicos que trabajaban en estos lugares no estaban formados en escuelas donde
unos maestros enseñaban técnicas y conocimientos, sino que el oficio se
aprendía de alguien cercano y la técnica de "prueba-error" en el Imperio
(no solo en los ludi) sería la costumbre a la hora de ejercer la
medicina. Y todo ello si además, pensamos que el ludus tuviese su propio
médico y no acudiera a uno que se encontrase en la población y prestase sus
servicios a toda la población de la zona.
Es Cipriano, autor del norte de África, del siglo III el único que habla de productos animales: "El cuerpo es alimentado con comida fuerte, con manteca y carne, para que los miembros crezcan robustos y, así cebado, en el castigo tenga una muerte aún más dura.” (Ad Donatum)
Hay que tener mucho cuidado
cuando leemos a autores como Cipriano, Tertuliano o Lactancio. Estos, al ser
cristianos, denigran el mundo tradicional romano, para demostrar así las
bondades de la conversión al cristianismo por parte de los paganos.
Eso es lo que hace en este texto,
provocar el odio hacia una actividad que estaba en contra de las creencias
cristianas. Leemos en el mismo autor:
“Los juegos de gladiadores se
preparan, que la sangre puede alegrar la concupiscencia de los ojos crueles. El
cuerpo se alimenta con la comida más fuerte, vigorosa y la masa de los miembros
se enriquece con la fuerza física y muscular, que el desgraciado engordado para
el castigo puede morir de una muerte más. El hombre se sacrifica para complacer
al hombre, y la habilidad que es más capaz de matar es un ejercicio y un arte.
No sólo se comete un crimen, sino que se enseña. ¿Qué se puede decir más
inhumano, más repulsivo? La formación consiste en adquirir el poder para
asesinar, y el logro de asesinato es su gloria. ¿Cuál puede ser el estado de
las cosas… en el que los hombres, los cuales no han condenado, se ofrecen a las
bestias salvajes,…? Se pelean con las bestias, y no por sus crímenes, sino por
su locura. Padres miran a sus propios hijos, un hermano está en la arena, y eso
para su hermana es duro". El decir que comían carne y manteca, a una
comunidad cristiana que practicaba la frugalidad y los ayunos, tendría el
objetivo de provocar el rechazo por ese mundo de muerte sin sentido.” (Ad Donatum)
Unos últimos apuntes rápidos:
Y por cierto, sí comían gachas,
tres veces al día, y estás podían ser de trigo, de cebada o de legumbres. Sí,
también había gachas de legumbres.
Las gachas eran fáciles de
cocinar:
·
se hervía en agua el grano o la legumbre;
·
Se machacaba, trituraba o molía;
·
Se servía en un cuenco.
Los gladiadores no comían la
carne de los animales que habían muerto en las venationes, al menos no hay
pruebas al respecto en las fuentes y las trazas de los huesos de Éfeso indican
esa falta de ingestión de productos provenientes de animales.
La carne no era un producto que
estuviera en los platos de los romanos.
Es un lujo que tenemos el placer de disfrutar nosotros. Pensar que la carne estaba en la mesa de un
romano con cierta periodicidad es un presentismo. Los repartos de grano, la dificultad económica
para adquirir el producto, la falta de lugares donde cocinarlos en las
viviendas (recordemos que las insulae, por ejemplo, las viviendas más populares
carecían de lugares donde cocinar) y que, a pesar de conservar thermopolia
y cauponae en Pompeya con restos de carne en sus “mostradores”,
desconocemos qué tipo de clientela los visitaría y con qué asiduidad. Comer carne en la antigua Roma no era fácil, así
que no debe alimentar nuestra imaginación que los gladiadores, como tantos otros
esclavos y los animales, eran alimentados con aquello que era barato y más fácil
de conseguir en el mercado.
Es un presentismo creer que los
gladiadores eran deportistas de élite a los que el lanista adoraba y mimaba. Los gladiadores eran una forma más de ganar
dinero en la antigua Roma, como podía ser tener esclavos dedicados a la
agricultura o a trabajos en la obra. Un
gladiador no estaría más mimado que un caballo en un negocio donde el animal
era imprescindible para el beneficio económico del negocio.
Bibliografía:
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