2 nov 2025

Cuando excaven Picanya en el año 4025: arqueología de una DANA

Esta semana se ha cumplido un año del desastre que asoló mi pueblo. Hace un año de la barrancada de la DANA. ¿Os habéis preguntado cómo verán los arqueólogos este desastre natural dentro de 2000 años? Vamos a imaginarlo, y ver de forma muy rápida, algunos de los cambios más evidentes que dejarán su huella en el municipio.



Año 4025. En lo que un día fue la huerta valenciana, un grupo de arqueólogos excava los estratos de un antiguo municipio llamado Picanya. Entre las capas de tierra, detectan un nivel inusual: una franja compacta de barro, fragmentos de ladrillo, restos de asfalto y trazas de microplásticos.Lo datan en torno al otoño del año 2025 y lo relacionan con un episodio meteorológico extremo. Lo llaman “el estrato de la DANA”.

Esa capa contará, miles de años después, la historia de un instante. Un día el barranco que pasaba por la localidad se desbordó, las calles se convirtieron en cauces y el agua invadió casas, garajes y huertos. Desde el punto de vista arqueológico, aquel episodio dejó una cicatriz en el terreno. Esta cicatriz es una frontera visible entre el orden cotidiano y el caos del agua.

El registro geológico guardará la memoria de esa violencia. Capas de limo y arena arrastradas por la escorrentía, restos de materiales urbanos mezclados con tierra, huellas de erosión que cortan los niveles anteriores. Los análisis químicos revelarán concentraciones anómalas de microplásticos y metales pesados transportados por las aguas torrenciales.

PPara quienes excaven dentro de dos milenios, será evidente que ocurrió algo abrupto. Tal vez describan la capa como una discontinuidad sedimentaria antropogénica, o quizá (más poéticamente) como “la herida del agua”.

El entorno de Picanya también hablará. El barranco aparecerá con modificaciones. El análisis polínico mostrará un cambio repentino: semillas colonizaron los terrenos removidos.

La DANA no solo transformó el paisaje, sino también los objetos de la vida diaria.En los estratos más superficiales aparecerán utensilios domésticos, juguetes de plástico, fragmentos de muebles, cables, piezas de automóviles, baterías de litio y pantallas electrónicas inutilizadas por el agua.

Pero lo más interesante no será únicamente la destrucción. También será visible la reconstrucción, porque toda catástrofe deja, además de ruina, una nueva capa de actividad humana.

En las excavaciones del año 4025 se apreciará un cambio brusco en los materiales de construcción. Habrá cementos más densos, aislamientos modernos, garajes reforzados y redes de alcantarillado ampliadas.

Las viviendas mostrarán reformas generalizadas: baños y cocinas renovados, pavimentos nuevos, azulejos de diseño uniforme de mediados de la década de 2020.

Los arqueólogos encontrarán una oleada de coches con matrícula nueva, concentrada en el mismo periodo. Esto es evidencia de la pérdida del parque automovilístico arrasado por el agua.

Todo esto indicará una fase intensa de reconstrucción, una especie de "resiliencia material" que no pasará inadvertida.

Picanya, al reconstruirse, inscribió en su propio tejido urbano el recuerdo del desastre. Cada obra, cada muro recalzado, cada vehículo recién estrenado, fue parte de la respuesta a la DANA.

Dentro de dos mil años, Picanya no será solo una ciudad enterrada: será un relato fósil de nuestra época.

Entre el barro y el hormigón, entre el desastre y la reparación, los arqueólogos del futuro encontrarán algo profundamente humano: la necesidad de recomenzar.

La DANA de 2025 no desaparecerá en el silencio del tiempo. En los cimientos de Picanya quedará su doble huella: la del agua que arrasó y la del ser humano que reconstruyó. Capas de barro y cemento narrarán la misma historia: la lucha constante entre el clima y la cultura.